Es común que preguntemos a quienes vemos resolver algún
problema que se nos antojaba difícil
cómo llegaron a la solución y, sobre todo, qué tipo de sabiduría los ayudó a encontrar
la luz en medio de la oscuridad.
Aunque hay que decir que un mismo problema siempre lo verán de
diferente manera diferentes personas, cuando se “coincide” en que un problema es difícil de resolver y se resuelve,
la primera pregunta es ¿cómo?
Para quienes hemos utilizado la musicoterapia, no es rara la
pregunta; a veces incluso con incredulidad, máxime si en algunos casos los
problemas resueltos con esta disciplina “se remontan” a -por mencionar algunos pocos ejemplos- a
enfermedades, problemas personales, emociones desbordadas -negativas, claro
está- e incluso crisis existenciales.
Pero, como también
solemos decir, no es un secreto: lo que en realidad sucede con la
musicoterapia, específicamente la humanista, es que nos permite una inusitada
conexión con nosotros mismos, con nuestras sensaciones, emociones y
sentimientos, incluso los que “desconocemos”.
¿Y por qué esto
resulta de vital importancia? Porque la principal causa de muchos de estos “problemas”, de nuestros conflictos
y tensiones, es precisamente que no nos “interiorizamos”,
que no nos “comunicamos” con nosotros mismos, con lo
que realmente somos.
Y es aquí donde la musicoterapia nos ayuda…
“La
musicoterapia humanista emplea el poder del sonido y la música para vincular
al paciente en una relación
significativa y profunda con su sabiduría organísmica, con la fidelidad de un
desarrollo del potencial humano y de conciencia de sí mismos”, dice el experto
Víctor Gabriel Muñoz Pólit, en su artículo ¿Qué es la musicoterapia humanista?
Y añade nuestro experto consultado que la relación se establece
en el “ámbito psicoterapéutico”, lo que permite a las personas llegar hasta el lugar de la
mente en donde no sólo “mora (habita) la complejidad de su
naturaleza humana” sino también
la solución o capacidad de sanarse.
La pregunta cabe en este preciso instante: ¿cómo se relaciona
todo esto con nuestro proceso de aprendizaje? En realidad, la respuesta es
mucho muy amplia, pero diremos que hay literatura que puede ayudarnos a
comprender perfectamente todo el proceso. Por ejemplo el libro “El poder de la música en el aprendizaje”,
de editorial Trillas, escrito por Ernesto Erdmenger Orellana y Gilda Waisburd.
Nosotros, más que expertos, somos prueba fehaciente de esta
relación directa entre música y aprendizaje: gracias a esta magnífica mancuerna
muchos de nosotros pudimos romper con esquemas que nos impedían el aprendizaje
de idiomas.
Muchos pensábamos que éramos casos raros, y que nunca podríamos aprender otro idioma, pero
nos equivocamos. Gracias al poder relajante de la música, pudimos abrir nuestra
mente a un conocimiento efectivo y práctico, y por eso recomendamos Natural
English.
Entonces, la Musicoterapia humanista se basa en modelos
psicoterapéuticos de los que
toma sus fundamentos y técnicas
que la enriquecen, y esta riqueza pasa directamente a quienes deciden probar
este camino para alcanzar el éxito
en todos los aspectos de la vida, incluida la salud física y mental.
Entre otros logros, lo que alcanzamos con la musicoterapia es
adentrarnos a nuestra mente para detectar todas las conductas, hábitos, ideas,
costumbres que por razones a veces inexplicables se han puesto de tal forma que
nos dificultan el bienestar.
Digamos que la musicoterapia servirá para, como una fórmula
química, ir disolviendo esa “gruesa
capa” que no nos deja traspasar hasta esos lugares de la mente que incluso nos
permiten pensar mejor y con más
claridad.
No en vano, esta “gruesa
capa” se me figura el caparazón de una tortuga, del que casi nunca podemos ver
lo que hay dentro de nosotros aunque nosotros lo tengamos, aunque esté en nuestro cuerpo, aunque “nos pertenezca”.
Y quiero aprovechar el símil para preguntarte algo finalmente y
dejar la reflexión sobre lo que esta “gruesa capa” nos hace a cada uno de nosotros: ¿por qué la tortuga camina tan lenta y
dificultosamente?