martes, 30 de agosto de 2016

Carrera de la vida

Imagina al velocista que, sobre la carrera con vallas, se detiene ante un obstáculo ¿qué piensas? Es ‘fácil’ decir: está lastimado… tiene miedo… cabe casi cualquier razón que inventemos, pero ¿tú crees que no quiere correr? ¿Piensas que no quiere ganar?
Digo, se pueden dar los casos, no digo que no, pero cuando ya estás ahí, en medio de la competencia, y quieres el triunfo, salvo que estés lesionado y no puedas físicamente hacerlo ¿no es mejor intentarlo?
Con esto no quiero decir que “hay que correr a como dé lugar”, lo único que quiero es que imagines el ‘símil’ o comparación que con frecuencia se hace de la vida: “Es una carrera de obstáculos”, escuché por ahí cuando yo era un niño. La imagen se me quedó bien grabada, además, porque me gustan los deportes.
Ya ahora, de adulto, muchas de esas frases vienen a mi memoria y me pregunto ¿de dónde habrán salido? ¿Qué significan de verdad? ¿En realidad ésta es una carrera con vallas? Lo cierto es que el camino no siempre es lineal y no siempre está exento de obstáculos.
Yo utilizo el ejemplo para expresar cómo es, también, el aprendizaje: si sabemos adónde vamos, llegaremos a la meta, pero no sin enfrentar ciertos obstáculos ¿por qué? Porque ningún ser vivo en la naturaleza tiene la vida hecha. Y usemos otra metáfora: ni siquiera el zángano -que fecunda a la abeja- la tiene del todo fácil, aunque parezca.
En fin, esta no es una clase de biología, aunque parezca… Sí, sí, es verdad, perdón. Mejor voy adonde quiero llegar si no me meteré en medio de muchos obstáculos, aunque de estos quiero hablarte.
Para la vida real, no para el atletismo, un obstáculo es un impedimento para realizar un objetivo, y me atrevo a decir que en casi todos los casos es temporal, porque aunque nos deja ‘parados’ y hasta nos empuja a pensar que no podremos seguir siempre se encuentra forma de sortearlo.
Hacerlo depende no sólo de nuestro conocimiento, sino también de la experiencia, de la creatividad y de cómo trabajamos las emociones negativas como el desánimo, por ejemplo, por mencionar uno solo.
De hecho, los obstáculos que tienen que ver con personalidad, autoestima, emociones, creencias, miedos, fobias, son llamados internos, y todo aquello que está fuera de nosotros -independientemente de si los generamos o están ahí- se llaman externos.
Como buenos “maestros”, los obstáculos nos ayudan a aprender porque cada vez que los sorteamos, no importa cuántas veces se presente ese mismo, ya sabremos cómo librarlo.
Aquí van, entonces, algunas ideas que pueden ayudarte a superar los obstáculos, porque la pregunta siempre es ¿y cómo!
-Lo primero es ponerte algo en la mente: nada está ‘quieto’ o estático, todo está en constante cambio y movimiento, así que los obstáculos ‘surgen’ ¡no te pelees con ellos!
-Si planteas algún proyecto, hazlo con objetivos particulares, poco a poco y paso a paso. Mientras más lejana es la meta, hay más obstáculos; si planteas pequeñas ‘paradas’, entonces, librarás menos obstáculos y de menor “tamaño”.
-¿Ves los obstáculos? Obsérvalos bien ¡son oportunidades para ser mejor!
-Si algún obstáculo de hace ‘desviarte’ un poco, no importa: nunca pierdas de vista la meta.
-Plantéate varias opciones, esto hace más fácil resolver los problemas y ‘saltar’ los obstáculos.
¿Tienes alguna idea más que tú aplicas y que nos puede ayudar? ¡Por favor, compártela con nosotros!