Hay cosas, emociones, situaciones, personas, lugares con lo que
estamos ‘casados’, y no me refiero necesariamente al concepto de matrimonio
legal, sino al hecho de que estamos ‘hasta lo último’ con ellas y no queremos desprendernos.
Pasa con la llamada ‘zona de confort’, ese lugar en donde muchos hemos estado, nos lo han
dicho, pero simplemente no lo queremos ver y, por tanto, suele convertirse en
problema porque hay ocasiones en que nos impide tomar alternativas que pueden
resultar muy buenas para nosotros.
La llamada zona confort es ese “lugar” en donde no somos capaces de ‘exigirnos’ más, donde pensamos
que lo tenemos todo asegurado, donde creemos que tenemos suficiente de todo:
amor, comprensión, dinero, y por qué
no: talento y admiración.
Este concepto, hay que decirlo, no es nuevo; en realidad, nació
en a principios del siglo pasado cuando expertos encontraron una relación
directa entre comodidad y nivel de desempeño.
El ‘problema’ es que es precisamente todo lo contrario, es
decir, los retos, la acción, el buscar crecer, lo que nos hace evolucionar,
desarrollarnos.
Lo que necesitamos es generar optimismo, activarnos, para estar
siempre alertas frente a los problemas y tener a motivación para actuar en
cualquier circunstancia y decir el clásico ‘mañana’, cuando se trata de hacerlo hoy mismo.
Es frecuente escuchar que hay mucha gente que trabaja mejor
bajo presión y prefieren “ir
hasta el último momento” para
actuar, lo dejan todo a lo último; pero lo que no saben es que esto genera una
cantidad de estrés que daña
su cuerpo, y le genera males psicosomáticos.
No falta quien ‘se acostumbra’ a esta dosis excesiva de
ansiedad y siempre buscar hacer las cosas así, de tal modo que aunque le
ofrezcan otra forma de actuar siempre “preferirá”
hacerlo de la misma forma y, sin querer, volver a estar en una zona de comfort.
Tarde o temprano, esto puede generar crisis de ansiedad,
dolores de cabeza, hipertensión,
cardiopatías, desórdenes
digestivos y dolores crónicos incluso inexplicables; eso si bien nos va, porque
puede haber casos más extremos.
Y no se trata de asustar, aunque parezca. Tan sólo quiero que
sepas que esa razones que a veces damos para no querer cambiar pueden resultar
mucho muy negativas, aunque uno se sienta bien donde está, por eso precisamente
le llaman zona de comfort.
Y precisamente por eso es peligrosa, porque no somos capaces de
ver lo negativo.
De repente empezamos a actuar reaccionariamente, a sentir
molestia, enojo, frustración, y pensamos que es porque en el trabajo no nos dan
lo queremos, no nos comprenden o porque simplemente ‘el día está nublado’.
No es raro escuchar, sin embargo, opiniones favorables como: “Estoy bien así y dicen que si uno
se siente bien ¿para qué cambiar?”.
Pero este tipo de pensamientos ha llevado a más de uno a la depresión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario